Se puede decir que la aparición y el aumento en la incidencia de estos trastornos nos ha cogido desprevenidos, sin que conozcamos muy bien las causas que producen estas enfermedades y tampoco su tratamiento, y sin que tengamos la estructura sanitaria adecuada para enfrentarnos a ellas. Con frecuencia, las enfermas y sus familiares se enfrentan a una enfermedad que no es entendida por muchos, incluyendo algunos profesionales sanitarios.
Los factores causales son múltiples y variados. La anorexia nerviosa es un trastorno muy complejo; en su génesis y mantenimiento juega un papel importante la interacción de diversos factores: genéticos, psicológicos, cognitivos, socioculturales… A ello se une la poderosa influencia de los medios de comunicación, aunque éste es sólo uno más de los factores que influyen en el desarrollo de estas enfermedades. La responsabilidad de los medios en el desarrollo de los trastornos alimenticios, siempre compartida con otros factores, se demostró al observar que la introducción de la televisión occidental en ciertos países (como China o los países del Este de Europa), iba asociada a un aumento de la incidencia de la anorexia.
A pesar de que la anorexia nerviosa fue descrita hace más de dos siglos, hasta hace unos años enfermedades como la anorexia o la bulimia apenas se conocían.
Las jóvenes, obsesionadas por alcanzar la imagen idealizada, ocupan su atención en el cuerpo y en la ingesta, distrayéndose de otras actividades, de cualquier cosa que no sea la comida. Es difícil entender cómo niñas habitualmente muy inteligentes y responsables pueden cambiar sus estructuras mentales y su percepción corporal y centrar toda su vida alrededor de la comida y el terror a engordar.
Es entonces cuando comienza el trabajo para cambiar la imagen corporal, a base de no comer o de vomitar. Y cuando ya se ha perdido algo de peso, es posible que la propia desnutrición produzca una alteración de los neurotransmisores cerebrales, que perpetúa los sentimientos de desvalorización y de depresión. En los estudios de experimentación, realizados con animales o incluso con humanos, la pérdida de peso superior al 30% produce alteraciones cognitivas, con alteración de la capacidad de aprendizaje. No es de extrañar, por tanto, que con frecuencia se produzca un descenso en el rendimiento académico de quienes padecen estos trastornos.